Espero
que nunca llegues a ver estas letras:
He
llegado a sentir que la vida se evaporaba y los futuros estaban en banca
rota. Que mis sentimientos se perdieron
a la deriva de una corriente fría donde las emociones se fueron congelando poco
a poco.
He
llegado a abrirme más las heridas para ver si dentro de mí quedaba todavía
algo. Me rasqué tanto que hasta el dolor llegó a ser placentero. Lo siento, pero
necesitaba quitarme todas aquellas caricias falsas que me dabas.
He
llegado a pensar que la felicidad corría mucho más que yo, pero no se puede
huir de aquello que llevamos dentro, por eso aproveché mi parada para coger
aire, y agarrarla. Estaba tan escondida que llegué a pensar que la tenías tú,
pero no fue así, cuando te vi alejarte fue ella la que me pegó el carchote y me
dijo: “Espabila coño, que he vuelto”. Se equivocaba, HEMOS VUELTO.
He
llegado.
El
tiempo se llevó todas las promesas rotas. También, todas aquellas palabras que
se adelantaban o continuaban a los “Siempre”, que como te dije, esa palabra
suele camuflarse en un “nunca”. Y viceversa.
Un
día puse la mano en el fuego por ti y todavía sigo en llamas. Me quedé en
brasas, pero prefiero ser parte de esa ceniza que una gota entre icebergs.
No
me puedo creer que pidieras confianza si nunca supiste ofrecerla. No me puedo
creer tus “te quiero” porque para querer a alguien hay que ser muy valiente, y
esa nunca ha sido tu virtud.
Me
mentiste, más de una vez, y además mirándome a la cara, es más, con tus ojos
encima de los míos. Eras la princesa con un palacio de hielo que daba el calor
justo para que yo me sintiera viva. Y ahora que compartes tu gran castillo
helado con otras manos, espero que por lo menos las paredes ya sean
translúcidas.
Nunca
tuviste una mirada clara, quizá por eso quería indagar. Siempre me gustaron los
crucigramas de tus ojos, como aquel que le coge cariño al laberinto y decide
quedarse a vivir en un rincón de él, pero cuando vi la salida solo quise
correr. Huir. Escapar de los elementos tóxicos que me rodeaban
inconscientemente. Y joder, solo un preso podía entenderme. Sólo aquel que se
ha sentido encarcelado y de repente algo deja de presionar en el pecho, y ya por
fin respiras, respiras aliviada, solo esas personas podía comprenderme.
Yo
también te mentí. Y lo siento, otra vez, pero te creíste mis mentiras porque
iban disfrazadas de sonrisas, y tú deberías de quitarte ya ese traje, que ya
es hora de limpiar las manchas, porque empiezan a notarse, y las apariencias siempre ha sido tu plato fuerte. Te mentí cuando te
escribí en tu fotografía preferida, “siempre te querré”, “siempre”.
Qué pena me das, y qué pena me dio. No te
deseo lo peor porque ya ni siquiera te deseo.
Solo quiero que seas feliz, y no es irónico. De verdad que lo siento. Me
pediste que no te odiara, y aunque he intentado sacar ese sentimiento para
olvidarte con todas mis fuerzas, por mucho que lo proyectase, al final no me hizo falta.
No
voy a decir que ya no te pienso porque ahora mismo lo estoy haciendo. Gracias,
porque tras varios meses, por fin, has conseguido que escriba algo para ti.
Pero te vuelvo a mentir. En realidad estoy escribiendo para mí, porque igual
que unos ahogan las penas en vodka, yo lo estoy haciendo entre metáforas que
nunca leerás.
No
pretendo causar ninguna emoción, por lo menos tuya ya no.
Voy
a pedirte perdón,
Voy
a decirte que te echo de menos,
Voy
a decirte que vuelvas,
Voy
a decirte que no vamos a comenzar de nuevo, vamos a continuar.
Voy
a decirte (corazón) que es hora de mimarte.
Hay días que el cielo
se queda completamente a oscuras. No culpes a las nubes por no saber lo que hay
detrás.
Y si algún día vienes pidiendo perdón...Te perdono "X", pero no por ti, sino por mí.